jueves, 1 de noviembre de 2012

#4


Inconscientemente siempre cogías mi mano, sin llegar a pensar que se pudiera originar en mí un sentimiento tan fuerte. Me cogías la mano, me mirabas y me sonreías; esa era la rutina. Una y otra vez lo hacías, pero con el cariño de la amistad de apoyo, aun yo queriendo que ese cariño variase durante unos minutos. Me sonríes y me miras, regalándome sin condiciones lo que nunca será de mi posesión totalmente. Algo de lo que disfruto pero que  me hace esclavo, quizás sea un dolor dulce, un dolor cálido; un dolor que soportaré en esta amistad por ver tu sonrisa cada mañana, por sentir el tacto de tu suave mano en mi áspera piel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario