Inconscientemente siempre cogías mi mano, sin llegar a
pensar que se pudiera originar en mí un sentimiento tan fuerte. Me cogías la
mano, me mirabas y me sonreías; esa era la rutina. Una y otra vez lo hacías,
pero con el cariño de la amistad de apoyo, aun yo queriendo que ese cariño
variase durante unos minutos. Me sonríes y me miras, regalándome
sin condiciones lo que nunca será de mi posesión totalmente. Algo de lo que
disfruto pero que me hace esclavo,
quizás sea un dolor dulce, un dolor cálido; un dolor que soportaré en esta
amistad por ver tu sonrisa cada mañana, por sentir el tacto de tu suave mano en
mi áspera piel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario