domingo, 11 de noviembre de 2012

Hija que espera el regreso de su padre, llora hasta que tus lágrimas se conviertan en la sangre derramada en el campo de batalla.

 Hueles a pólvora, a carne quemada, a sangre coagulada; a herida infectada. 

Tres años y doce días. La guerra aún no ha acabado y no tenemos noticia tuya. Cada noche rezo, a pesar de no ser una fiel creyente, rezo para que sigas vivo. La niebla ha rodeado nuestra casa y no sé cómo ahuyentarla, cuando tú estabas todos los días eran soleados. Dime, ¿dónde te has escondido? Ya he mirado en la buhardilla, en los armarios, en la caseta del jardín, ¿dónde estás? Qué pregunta más estúpida, estarás escondido en un búnker y detrás de las trincheras. No ha cambiado, en absoluto, eso debe de ser como cuando jugábamos en casa; se trata de esconderte y que no te pillen, ¿cierto? Aunque en casa lo máximo que recibías eran cosquillas, allí son balas. Anoche soñé contigo, creo que deberías saberlo. Tu casco contaba con unas siete hendiduras, tu rostro estaba manchado y tus ropas apestaban a gangrena. Te pregunté si querías bañarte y jugar como en los viejos tiempos. "He visto a tu madre" Murmuraste casi imperceptiblemente mientras las lágrimas brotaban de tus rojizos ojos. Fue cuando yo, confusa, te respondí "Madre murió al darme a luz". 

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