Sus ojos brillaban tras la máscara, su blanquecina piel
competía con la de la dama más cuidada del país y su cabello llegaba hasta las
caderas. Mi mirada se quedó minutos sobre él, sobre aquel ser que no parecía
humano. Sus movimientos eran ágiles, su casaca apenas se movía cuando bailaba.
La luz del salón hacía que su chaqueta reluciese, una chaqueta roja con
bordados de hilo de oro; no pasaba desapercibido. Cogí una copa de vino y me
acerqué para hablar con la anfitriona sobre aquel misterioso hombre. “¿Quién es?” Pregunté mirándolo de
reojo. “¿Ese joven? Creo recordar que es
Phillip Homm, el hijo del médico” Mi vista no se separaba de él. Durante el
vals Phillip me miró, lo que me incomodó y salí al balcón para no incordiar con
mi inquisitiva mirada, mas era imposible, Phillip poseía un aura incomparable.
El frío se coló por mi traje y me arrancó un temblor. “¿Tiene frío, señorita?” Me giré para ver quién se acercaba, era
Phillip. “Mi nombre es Phillip Homm,
aunque creo que ya se lo han dicho” Sonreí y me acerqué, Phillip llevaba
dos copas y me entregó una. “Mi nombre es
Agnès Lacroix” Cogió mi mano y la besó, sin erguirse me miró, un extraño
matiz rojizo destelló cuando fijó su mirada en mis ojos. “Su máscara es interesante” Dije para evitar comentar sobre aquel
insólito matiz rojizo. “Es de Venecia, un
regalo de la familia” Caminó hacia el balcón y se apoyó en él. “¿Sabe, señorita Agnès? Estas noches me
encantan, de hecho, amo la noche; –Respiró hondo- el frío, el silencio, la escasa luz… Todo es perfecto” Me apoyé en
el balcón a su lado y tomé un trago. “La
noche es tranquila” comenté. “Y
perfecta para hacer cosas que los demás no deban saber” Miré a Phillip. “¿Cosas, como qué?” Phillip sonrió
maliciosamente. “Cosas” Zanjó. La
copa estalló en mi mano y grité del susto, Phillip me miró aturdido. “¿Estás bien?” Preguntó mientras cogía
mi mano, que estaba empapada por el vino. “Eh,
sí, no sé lo que ha ocurrido” Reí nerviosamente. Phillip se acercó a mi
mano y la miró firmemente. El matiz rojizo relució de nuevo. Phillip tragó
saliva y apartó la mirada. “¿Ocurre
algo?” Pregunté. Phillip se acercó a mi rostro. “Si te dijera que soy un hijo de la noche… ¿me creerías?” ¿Hijo de
la noche? ¿A qué se…? La vista comenzó a nublárseme y un dolor punzante
apareció en mi cuello, dolía pero era como si estuviera drogada, las piernas me
temblaban y no podía mantenerme de pie. Phillip me apoyó sobre el balcón y me
agarró para que no me cayese, yo me aferré a su casaca para más
seguridad. No entendía lo que ocurría, pero tampoco me sentía insegura.
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