viernes, 2 de noviembre de 2012

Vampyyri.


Sus ojos brillaban tras la máscara, su blanquecina piel competía con la de la dama más cuidada del país y su cabello llegaba hasta las caderas. Mi mirada se quedó minutos sobre él, sobre aquel ser que no parecía humano. Sus movimientos eran ágiles, su casaca apenas se movía cuando bailaba. La luz del salón hacía que su chaqueta reluciese, una chaqueta roja con bordados de hilo de oro; no pasaba desapercibido. Cogí una copa de vino y me acerqué para hablar con la anfitriona sobre aquel misterioso hombre. “¿Quién es?” Pregunté mirándolo de reojo. “¿Ese joven? Creo recordar que es Phillip Homm, el hijo del médico” Mi vista no se separaba de él. Durante el vals Phillip me miró, lo que me incomodó y salí al balcón para no incordiar con mi inquisitiva mirada, mas era imposible, Phillip poseía un aura incomparable. El frío se coló por mi traje y me arrancó un temblor. “¿Tiene frío, señorita?” Me giré para ver quién se acercaba, era Phillip. “Mi nombre es Phillip Homm, aunque creo que ya se lo han dicho” Sonreí y me acerqué, Phillip llevaba dos copas y me entregó una. “Mi nombre es Agnès Lacroix” Cogió mi mano y la besó, sin erguirse me miró, un extraño matiz rojizo destelló cuando fijó su mirada en mis ojos. “Su máscara es interesante” Dije para evitar comentar sobre aquel insólito matiz rojizo. “Es de Venecia, un regalo de la familia” Caminó hacia el balcón y se apoyó en él. “¿Sabe, señorita Agnès? Estas noches me encantan, de hecho, amo la noche; –Respiró hondo- el frío, el silencio, la escasa luz… Todo es perfecto” Me apoyé en el balcón a su lado y tomé un trago. “La noche es tranquila” comenté. “Y perfecta para hacer cosas que los demás no deban saber” Miré a Phillip. “¿Cosas, como qué?” Phillip sonrió maliciosamente. “Cosas” Zanjó. La copa estalló en mi mano y grité del susto, Phillip me miró aturdido. “¿Estás bien?” Preguntó mientras cogía mi mano, que estaba empapada por el vino. “Eh, sí, no sé lo que ha ocurrido” Reí nerviosamente. Phillip se acercó a mi mano y la miró firmemente. El matiz rojizo relució de nuevo. Phillip tragó saliva y apartó la mirada. “¿Ocurre algo?” Pregunté. Phillip se acercó a mi rostro. “Si te dijera que soy un hijo de la noche… ¿me creerías?” ¿Hijo de la noche? ¿A qué se…? La vista comenzó a nublárseme y un dolor punzante apareció en mi cuello, dolía pero era como si estuviera drogada, las piernas me temblaban y no podía mantenerme de pie. Phillip me apoyó sobre el balcón y me agarró para que no me cayese, yo me aferré a su casaca para más seguridad. No entendía lo que ocurría, pero tampoco me sentía insegura.

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